Es por el impacto de la suba de los precios en las denominadas rentas vitalicias.
Por: Ismael Bermúdez
Es por el impacto de la suba de los precios en las denominadas rentas vitalicias.
Por: Ismael Bermúdez
Los más de 100.000 jubilados del régimen privado están que trinan. Es el caso de Walter Lenzi quien en septiembre de 2008 se jubiló a través de una AFJP con un haber o renta vitalicia previsional de $ 795,76 mensuales. Desde entonces, su jubilación privada se fue ajustando todos los meses y, en julio de este año, cobró $ 880,57. Así, luego de casi 2 años, su jubilación mejoró un 10,7% cuando la inflación real en ese período fue del 35% .
Como Lenzi hay unas 100.000 personas que se jubilaron o pensionaron antes de fines de 2008 y adquirieron una renta vitalicia previsional (RVP) con el fondo acumulado en sus cuentas individuales. Además cobran otra parte (“componente público”) a través de la ANSeS por los años de aportes hechos al Estado. Entre las dos partes o componentes, en promedio, a fines de 2009 el haber mensual de esa gente era de 1.199 pesos, según los datos de la Secretaria de Seguridad Social.
El problema es que en términos reales esos jubilados privados cada vez cobran menos y la renta vitalicia, en términos reales, se achica más que la parte de la jubilación estatal . En todos los casos, y en base a las cifras aportadas por las propias aseguradoras, el ajuste que tuvieron sus rentas o haberes mensuales privados fueron inferiores a la inflación, y según el período, muy inferiores a los aumentos otorgados por la ANSeS.
Por ejemplo, desde diciembre de 2001 el ajuste promedio de las RVP fue del 183%, cuando la inflación real alcanzó el 280%. Desde fines de 2004, el ajuste sumó el 46%, cuando los precios treparon más del 100%. Y desde que se eliminó el sistema de jubilación privada, a fines de 2008, en promedio, las rentas vitalicias tuvieron un incremento promedio del 13%, muy lejos de la inflación o de la evolución de los salarios.
Esas rentas vitalicias se ajustan por los rendimientos que obtienen las compañías por la inversión de los fondos de los asegurados y que, según los períodos, fueron bastante buenos. Lo que sucede es que las compañías le transfieren a sus asegurados un porcentaje de esos rendimientos, previa deducción de la tasa de interés garantizada y ya incorporada en la renta, y los gastos.
Lenzi dice que “al haberse cambiado a fines de 2008 la ley madre de las AFJP se debió incluir una opción para que el jubilado pudiera salir de la renta vitalicia teniendo en cuenta que esa parte de los haberes se ajusta por un sistema que tiene intereses ridículos con relación a la inflación”.
Lo que Lenzi no toma en cuenta es que en su momento tuvo dos alternativas: dejar los fondos en la AFJP y cobrar un “retiro programado”, que se ajustaba por los rendimientos de las AFJP y hasta que el saldo de la cuenta se agotara, o transferirlo a una aseguradora y cobrar una renta de por vida.
Al eliminarse las AFJP, los que cobraban “retiros programados” pasaron a cobrar de la ANSeS porque fondos de sus cuentas pasaron al Estado. En cambio, los que percibían rentas vitalicias, como Lenzi, siguieron cobrando de las aseguradoras porque los fondos que habían acumulado en sus cuentas individuales pasaron “de por vida” a la compañía de seguros de retiro. Esa decisión es irreversible, vitalicia, “de por vida”.